Desde el primer tercio del siglo XVIII la actividad escénica mexicana es muy intensa, motivada en parte por la reconstrucción del Coliseo, primer teatro oficial de la Nueva España, incendiado en 1722, que hasta entonces había abarcado una gran cantidad de piezas españolas (4)(consideradas de calidad superior a las novohispanas), para dar paso a una mayor producción mexicana. Aunque no se tienen datos muy precisos, así lo testimonia la lectura de los programas teatrales de la última década, lectura que evidencia "la doble perspectiva en la que se daba el teatro de la Nueva España en esa época. La primera representada por la dramaturgia de corte neoclásico [...] y con algo de historicidad o de mito" (5), junto a las obras de Calderón, que es quién inaugura el edificio restaurado del Coliseo en 1753 con Mejor está que estaba.
La segunda perspectiva a la que alude Viveros es la dramaturgia que podría llamarse de "raigambre popular", obras creadas por autores novohispanos y pensadas para amenizar (sainetes, entremeses, tonadillas y zarzuelas), con una temática que se desarrolla en torno a asuntos y a tópicos propios de la gente sencilla. Estas escenificaciones resultan muy atractivas para el gran público, porque se desenvuelven sin cuestionamientos o preocupación de otro orden que no fuera el del entretenimiento. "El propio gobierno virreinal permitía y autorizaba -la mayoría de las veces- esas representaciones, consciente de que el pueblo común tenía necesidad de esparcimiento y de ser apartado de disolventes ideas democráticas". Tan populares se hicieron estas piezas menores, que se interpretan en corrales y domicilios particulares, pero esta costumbre fue prohibida por temor a "peligrosas concurrencias", para proteger las finanzas del Coliseo y porque no pasaban censura previa alguna. Viveros enumera títulos tan peculiares representados en esta década como El sistema de los preocupados, Los caracteres opuestos, El peluquero y la criada, etc. Estos entremeses y sainetes criollos hacen florecer según Anderson Imbert, un nuevo tipo de costumbrismo literario.
El coliseo de la Nueva España |
Ya en las últimas décadas del siglo tanto con México como en otras ciudades de la colonia los gustos se acercan más hacia autores inmediatos a la época como Tomás de Iriarte, Jovellanos, García de la Huerta, Moratín o Don Ramón de la Cruz, interpretados junto a obras francesas e italianas. Este teatro, gracias a las licencias concedidas, convive, dentro de un contexto emancipador, con otras representaciones esbozadas para registrar lo burlesco, con historias de locos, monstruos y transformaciones, obras esgrimidas como instrumento satírico de los acontecimientos propios de cada localidad.
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